Las artes marciales tradicionales orientales comparten la misma raíz y tienen una serie de elementos comunes. La peregrinación de Bodhidahrma hacia China en el siglo I d.C y su llegada al Monasterio de Shaolin marcó el inicio que dio lugar, siglos después, a una multitud de artes y estilos diferentes.
La kata, «forma» en japonés, es uno de esos elementos. En ella se ejecutan una serie de movimientos predeterminados, realizados con la idea de estar luchando contra un enemigo imaginario. Para muchas de estas artes tradicionales, la kata y su aplicación son los pilares en los que se basa su aprendizaje.
Lo que parece solo una serie de movimientos encadenados es, como ya te podrás imaginar, algo mucho más profundo de lo que se ve a simple vista. El objetivo es desarrollar tu cuerpo y tu mente, practicar una meditación en movimiento, intentar llegar al vacío, al zen.
«¡La kata no se aprende mirando!», es una de las frases que suele repetir el maestro.
No se aprende mirando porque la kata es algo que tiene que aprender tu cuerpo. Puedes observar como alguien la hace, te pueden enseñar los movimientos a realizar, pero no podrás llegar a ese estado meditativo hasta que sean tus músculos los que la hayan aprendido a base de incontables repeticiones. Así, poco a poco, tu mente empezará a despreocuparse por el siguiente movimiento de la cadena, hasta llegar a un punto en que no pensarás que estás haciendo la kata, simplemente la harás.
«Lo que le des a la kata, la kata te lo devolverá». Otra de las frases del maestro.
El mensaje es claro: hay que, inevitablemente, poner esfuerzo en aprender, y cuanto más pongas de ti, más satisfactorios serán los resultados. Aquí no se puede mentir. Verificar que efectivamente se ha puesto trabajo en aprender resulta muy fácil para alguien con ojos experimentados en el arte, simplemente observando la manera en que se realiza la kata.
Estas dos frases son de las que se quedan grabadas para siempre y, como tantas cosas en las artes marciales, son aplicables a otros aspectos de la vida. Como habrás podido deducir, también a Bitcoin.
Bitcoin y las artes marciales tienen una cosa en común: aunque leas sobre ello, aunque te lo expliquen, al final tiene que ser tu cuerpo el que lo interiorice.
En el caso de Bitcoin, estamos tratando con un invento totalmente disruptivo. Nos tenemos que aproximar a él desde ángulos muy diferentes, y necesitamos tiempo para hacer las conexiones necesarias que nos permitan comprender su naturaleza y las nuevas realidades que nos revela.
No creo que algo ilustre mejor esa necesidad de tiempo para entender las profundas ideas con las que nos confronta Bitcoin que los momentos eureka (insight) que probablemente hayas experimentado, y sigas experimentando, a lo largo de tu aprendizaje. Ese momento en una noche cualquiera, cuando te incorporas como un muelle de la cama y te das cuenta que algo ha hecho «click». Algo sobre Bitcoin, que quizá habías oído o leído mil veces, de repente cobra sentido. Ahora ya sabes que lo entiendes, lo has interiorizado.
Esa necesidad de sentir y la inevitabilidad del trabajo requerido para entender, me lleva a pensar que no va a haber «menos» bitcoiners, vamos a seguir siendo los que somos o a incrementar en número. Lo creo porque la fuerza de los momentos eureka es tal, que puede compararse con hacer hashes a uno mismo, y ya sabemos lo infructuoso que resulta cualquier esfuerzo para intentar revertir ese camino unidireccional. Me es difícil creer, por tanto, que alguien que haya comprendido lo que significa esta red, pueda olvidarla y volver atrás, a un mundo sin la idea que representa Bitcoin.
Sea esto último más romántico o menos, el aprendizaje de Bitcoin definitivamente no es binario. No se trata de «no saber/saber». Demos tiempo a la gente para que ponga su proof of work y puedan entender por ellos mismos, y démonos tiempo para seguir profundizando en esta madriguera sin fondo.
No es una carrera. No hay un objetivo final. Solamente hay un camino que recorrer.